La luz es un arma muy potente y compleja, es la principal aliada en la arquitectura y el diseño interior, bien manejada tiene el poder de realzar y mejorar cualquier proyecto, en caso contrario, puede desvirtuarlo hasta hacerlo fracasar.

La luz forma parte de nuestra vida diaria, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, utilizamos la luz en todas nuestras tareas por sencillas o complejas que sean. Precisamente, es en los pequeños rituales cotidianos donde se ve y se comprueba con mayor facilidad un buen diseño de iluminación. ¿Alguna vez ha tenido problemas para ver bien en el cuarto de baño, leer en la cama, o distinguir los colores oscuros dentro del armario? ¿En alguna tienda has tenido que salir a la calle a comprobar el color real de una prenda de ropa o de una tela? ¿Has tenido que encender la linterna del móvil para leer la carta en un restaurante? ¿Has deseado marcharte de algún sitio porque no soportabas la luz que había? ¿Terminas invariablemente con dolor de cabeza y guiñando los ojos cuando llevas un rato trabajando con el ordenador?

Este tipo de problemas se repiten constantemente. A menudo, se busca la solución aumentando o disminuyendo la cantidad de luz, la mayoría de las veces sin éxito porque el problema no está solo en la cantidad, sino también en la calidad de la luz.

Con un buen diseño de iluminación, estos problemas y otros muchos que nos plantean nuestros clientes, se solucionan fácilmente.

Trabajar con la luz requiere el dominio de varias disciplinas, cada una de ellas en constante evolución. Para satisfacer todas sus exigencias técnicas, estéticas y funcionales a la vez, el diseñador de iluminación aporta sus conocimientos, su experiencia y un gran dominio del mercado, todo ello necesario para poder ayudar al cliente a elegir el sistema de iluminación y las luminarias más adecuadas de acuerdo con el espacio, sus gustos y su presupuesto.